miércoles, 22 de octubre de 2008

ENS ACEPTAN CONVOCATORIA A LA MISION POR PARTE DE LA IGLESIA DE SANTIAGO





EL ESPÍRITU NOS IMPULSA A LA MISIÓN


El documento conclusivo de la V Conferencia de Aparecida, recordando el mandato del Señor de “ir y hacer discípulos entre todos los pueblos”

[1], desea despertar un gran impulso misionero en la Iglesia en América Latina y El Caribe. Esta es, sin duda alguna, una de las principales conclusiones de ese gran encuentro eclesial. Este impulso misionero se puede desglosar en cuatro consecuencias prácticas:- aprovechar intensamente esta hora de gracia;- implorar y vivir un nuevo Pentecostés en todas las comunidades cristianas;- despertar la vocación y la acción misionera de los bautizados, y alentar todas las vocaciones y ministerios que el Espíritu da a los discípulos de Jesucristo en la comunión viva de la Iglesia.- salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y amor, de alegría y de esperanza

[2].El Espíritu Santo nos precede en este camino misionero. Por eso confiamos que este testimonio de Buena Nueva constituya, a la vez, un impulso de renovación eclesial y de transformación de la sociedad.
NATURALEZA Y FINALIDAD DE LA MISIÓNLa misión es parte constitutiva de la identidad de la Iglesia llamada por el Señor a evangelizar a todos los pueblos. “Su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios”

[3]. Por eso, la misión que se realice como fruto del encuentro de Aparecida debe, ante todo, animar la vocación misionera de los cristianos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad para que todas las comunidades cristianas se pongan en estado de misión permanente. Se trata de despertar en los cristianos la alegría y la fecundidad de ser discípulos de Jesucristo, celebrando con verdadero gozo el “estar-con-Él” y el “amar-como-Él” para ser enviados a la misión. “No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!”

[4].Así, la misión nos lleva a vivir el encuentro con Jesús como un dinamismo de conversión personal, pastoral y eclesial capaz de impulsar hacia la santidad y el apostolado a los bautizados, y de atraer a quienes han abandonado la Iglesia, a quienes están alejados del influjo del evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe.Esta experiencia misionera abre un nuevo horizonte para la Iglesia de todo el continente que quiere “recomenzar desde Cristo” recorriendo junto a El un camino de maduración que nos capacite para ir al encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad, de la solidaridad.
LA IGLESIA EN MISIÓN PERMANENTELa Iglesia en América Latina y El Caribe quiere ponerse en “estado permanente de misión”

[5]. Se trata de fortalecer la dimensión misionera de la Iglesia en el Continente y desde el Continente. Esto conlleva la decisión de recorrer juntos un itinerario de conversión que nos lleve a ser discípulos misioneros de Jesucristo. En efecto, “discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo él nos salva (cf. Hch 4, 12)”

[6].El “estado permanente de misión” implica ardor interior y confianza plena en el Señor, como también continuidad, firmeza y constancia para llevar “nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las tormentas, seguros de que la Providencia de Dios nos deparará grandes sorpresas”

[7]. El mismo Espíritu despertará en nosotros la creatividad para encontrar formas diversas para acercarnos, incluso, a los ambientes más difíciles, desarrollando en el misionero la capacidad de convertirse en “pescador de hombres”.En fin, “estado permanente de misión” implica una gran disponibilidad a repensar y reformar muchas estructuras pastorales, teniendo como principio constitutivo la “espiritualidad de la comunión”

[8] y de la audacia (o, por ejemplo, disponibilidad) misionera. Lo principal es la conversión de las personas. No cabe duda

[9]. Pero ello debe llevar naturalmente a forjar estructuras abiertas y flexibles capaces de animar una misión permanente en cada Iglesia Particular.


II. LA MISIÓN CONTINENTAL UNA ACCIÓN MISIONERA CONTINENTAL PARA UNA IGLESIA EN MISIÓN PERMANENTE“

A la pregunta ¿para qué la misión?
Respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: nuestra misión es compartir la Vida que nos transmite Cristo.

[10] “El Amor es el que da la vida; por eso la Iglesia es enviada a difundir en el mundo la caridad de Cristo, para que los hombres y los pueblos “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10).”

[11] De esta manera la Iglesia es “misionera sólo en cuanto discípula, es decir, capaz de dejarse atraer siempre, con renovado asombro, por Dios que nos amó y nos ama primero (Cf. 1 Jn 4, 10).

[12]Este dinamismo misionero se da en un momento muy propicio. “Cuando muchos de nuestros pueblos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia, nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo. Él se manifiesta como novedad de vida y de misión en todas las dimensiones de la existencia personal y social. Esto requiere, desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho más misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres.”